El conocido periodista y diputado argentino, autor entre otros libros de Recuerdos de la muerte, presenta en México la novela El hombre que sabía morir, donde expone la teoría de que David Graiver está vivo y defiende los fusilamientos por narcotráfico de Fidel Castro.
Ciudad de México, 6 de enero (SinEmbargo).- En México está presentando su reciente novela El hombre que sabía morir y dice que en Argentina, su país de origen (nació en Buenos Aires en 1940, tiene 77 años) está perseguido por el gobierno de Mauricio Macri.
En 1976 un avión se estrella en Acapulco y el Hombre, un banquero que negocia con el Mossad y los Montoneros, es declarado muerto. Se trata, en líneas generales, del argentino David Graiver, para quien, de acuerdo con Miguel Bonasso, su muerte está en dudas.
Trece años después una joven es secuestrada en Cancún y el Hombre debe dejar su escondite. La CIA y los Narcosatánicos lo tienen en la mira. La Cuba de Fidel está en peligro. Primeros pasos de un thriller vertiginoso, que combina ficción e historia hasta el final sorpresivo, de un hombre que mezcla política, información que tiene de primera mano y un deseo incontenible de narrar.
Miguel Bonasso es periodista, escritor y político argentino. A lo largo de cincuenta años de carrera participó en una gran cantidad de medios argentinos, latinoamericanos y europeos. Se inició a los 18 años en la revista Leoplán y luego fue secretario de Redacción de las revistas Análisis, Extra, Gente, Semana Gráfica y del diario La Opinión. Posteriormente, fundó y dirigió el matutino Noticias, clausurado durante el gobierno de Isabel Perón tras un atentado contra la Redacción. Perseguido por la Triple A y comandos de la dictadura, en 1977 salió del país para integrar, en Roma, el Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero, con el que rompió dos años más tarde. En el exilio mexicano trabajó para la revista Crítica Política, la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información (ALASEI), el semanario mexicano Proceso, la revista colombiana Semana y el diario Página/12, del que fue uno de los fundadores. En 1984, con Recuerdo de la muerte, se convirtió en una de las figuras de la no ficción en lengua española. El libro -que vendió más de doscientos mil ejemplares, fue traducido a varios idiomas y aún se sigue editando- es considerado un clásico del género. En 1990 publicó La memoria en donde ardía, su primera novela de ficción, también traducida a varias lenguas. En Londres hizo documentales para el canal británico Channel Four; uno de ellos, Evita, una tumba sin paz, recibió el Gran Premio Coral de La Habana, entre otras distinciones. En su extensa bibliografía destacan las premiadas y exitosas investigaciones El presidente que no fue (1997), Don Alfredo (1999), Diario de un clandestino (2000) y El palacio y la calle (2002). En 2003 fue elegido diputado nacional y reelecto en 2007. Como presidente de la Comisión de Recursos Naturales impulsó las decisivas leyes de Bosques y de Glaciares. El veto de Cristina Kirchner a esta última provocó la ruptura con el matrimonio K, del que había sido aliado en sus primeros años de gobierno. En agosto de 2010 regresó a la literatura con el thriller histórico La venganza de los patriotas. Un año más tarde, en El mal.
–¿Qué le interesa más la política o la literatura?
–Yo no las escindo de manera clara. Si me pregunta por la política como algunos la entienden, profesional, me interesa mucho más la literatura. La política genera algunas disciplinas conforme a las leyes del poder que en general soy remiso. Soy un disidente. La literatura en estos años me ha devuelto todas las ilusiones de la juventud. Yo fui muy lector, mis padres fueron muy lectores, me enseñaron mucho a leer y esta cosa que yo hago en El hombre que sabía morir, de mezclar personajes de la historia con personajes artificiales, lo tomé de Alejandro Dumas (1802-1870) y fue mi madre la que me hizo leer todo Dumas.
–Pensaba un poco en Sergio Ramírez, que su madre después de que él estuviera en la Junta Sandinista le dijera: Hijo, escribe, tú naciste para la literatura…
–Aunque a usted le parezca mentira, por la exactitud de la cita, él que me dijo a mí eso fue el escritor Osvaldo Soriano (1943-1997). Un día me agarró, que era un tipo maravilloso, encantador, me dijo: Cogote (que era mi nombre de guerra y él lo conocía), basta de dejarte de boludear con la política, dedícate a la narrativa, que lo tuyo es narrar. He tardado bastante en cumplir el mandato de Soriano, pero lo estoy cumpliendo.
–Ya tiene tres novelas, ¿verdad? Pensaba en Soriano, tan olvidado que está ahora por la cultura latinoamericana…
–Sí. Hay tantos buenos que están olvidados. Los que están presentes son los CEOS de las largas compañías. Varios de los que juegan de progresistas durante el gobierno de Mauricio Macri deberían pensarlo, porque luego serán señalados cuando esto se termine. Están formando parte de un gobierno cuasi dictatorial.
–¿Usted cree que se va a terminar?
–Sí, claro. La Argentina es muy volátil, la gente cree que es permanente, sobre todo los políticos creen eso. Hay un viejo empate de clase entre los sectores más oligárquicos y la clase trabajadora. Siempre están. Siempre digo que Buenos Aires es una ciudad encantadora, que es una mezcla de París y de Johannesburgo. Es una ciudad racista, que llama negros de mierda a los pobres, es fea. Al mismo tiempo, están los pobres y no tienen adónde irse. Los pobres van a molestar, hay una transferencia de recursos, de los más pobres a los más ricos, que es lo que siempre se ha aplicado en los proyectos neoliberales.
–Jon Lee Anderson decía que el proyecto neoliberal se aplicaba ahora porque ya no hay trabajadores ni sindicatos
–Que un sector minoritario pueda triturarle la cabeza a todo el mundo porque no hay organización, es cierto, pero en Argentina que fue el primer país que tuvo un desarrollo sindical importante; el peronismo tuvo una actuación importante al darle una organización sindical poderosa. Ha logrado resistir a lo largo de décadas, esa es la frustración, hicieron 30 mil desaparecidos para acabar con eso, pero no pudieron. Con el secuestro y desaparición forzada de Santiago Maldonado, con el asesinato del mapuche Rafael Nahuel, la gente reacciona. Hay un sector muy reaccionario, importante, Macri ganó por elecciones, de la misma manera hay un sector que no se rinde. Ante las violaciones a los derechos humanos, ante cualquier cosa que pueda oler a dictadura, reacciona y sale a la calle.
–Usted establece en El hombre que sabía morir una relación cercana, pero en el tema del mal, entre Latinoamérica…
–Sí, así es. Acá están los malos. Si uno se acerca a las fechas en las que transcurre el libro, entre 1976 y 1989, es evidente que el huevo de la serpiente ya estaba puesto.
–La relación por el mal debería permitirnos establecer algunas estrategias para defendernos
–El tema es saber ver las cosas a tiempo. Cuando la CIA hace la Operación Greyhound (la Operación Greyhound, de la que no hay muchos rastros en la bibliografía mundial, fue una conspiración de los servicios secretos de los Estados Unidos para vincular a Cuba con el Cartel de Medellín de Pablo Escobar Gaviría), eso infectó a muchos cuadros dirigentes del Ministerio del Interior, llegó Fidel Castro y dijo: esto no va a prosperar en Cuba. Todos fueron a juicio. Era gente que había estado en el núcleo de la Revolución en Cuba, pero Fidel les dijo “goodbye”. Si no, la Revolución se hundía.
–Usted habla de muchas personas que todavía viven, Jorge Taiana, su ex esposa, Jorge Denti…
–Jorge Denti tomó la Casa Argentina en el 68 francés. Cuento algo que no se sabía mucho, que Julio Cortázar iba por las calles tomando notas de las frases que iba encontrando en la calle, el discurso lo dio también, en la Casa Argentina…
–¿Quién es el empresario desaparecido?
–El caso se inspira en David Graiver. Cuando yo todavía estaba en la clandestinidad, estaba en 1976 en Argentina, Graiver se estrella contra el Cerro del Burro en México. En 1978, en México, don Manuel Buendía (1926, asesinado en 1984), me dijo que Graiver estaba vivo. Después de eso, sale en el New York Times una nota diciendo que Graiver estaba vivo, Graiver había tenido dos bancos en Nueva York y además los quebró, todos los focos cayeron sobre él. Más allá de eso, era una idea fantástica para hacer esta novela, más allá de saber si el hombre murió o vivió. En mi novela no muere, categóricamente.
–También en su novela se vende Papel Prensa…
–Cuando yo saqué el libro alguien le dijo a Osvaldo Papaleo y a Lidia Papaleo que yo me tiraba contra ellos, pero hay que leerlo. Parece que lo leyeron, después no abrieron la boca. En mi libro la torturaron –lo cual es cierto-. La torturó el comisario Etchecolatz, en el que acabo de poner en mi Facebook: recordar aquel momento en el programa de Mariano Grondona, cuando este torturador fue enfrentado al dirigente Alfredo Bravo, uno de sus torturados. Fue una escena terrible e inolvidable.
–Usted levanta a Fidel Castro
–Bueno, no necesita que yo lo levante. Brilla con luz propia. Sí es cierto que en este libro defiendo los juicios y La Nación, Clarín y el stablishment argentino han tratado de ignorar el libro. No hay reseña, porque les molesta los que les digo ahí. Este libro adelanta varias cosas que pasaron. ¿Qué hace la ficción? Es el nexo que hace el lazo que fueron ciertas, cambiar nombres, yo quería construir una poderosa narrativa. Técnicamente hablando me gusta mucho John Le Carré. Otro tipo que me gusta mucho es Frederick Forsyth, tal vez un poco menos, es más superficial. Me gusta mucho la literatura de espionaje y creo que es una novela de espionaje. No aburrir al lector, esa es mi primera obligación. Hay mucho de juego, pero tenía que construir una trama que es compleja y al mismo tiempo hacerla simple para hacer que el lector no se perdiera en el bosque.
–Decía Jorge Zepeda, del cual usted me habló al principio de la nota, que ganó entre otras cosas el Premio Planeta, que podía decir muchas cosas que no podía decir como periodista, ¿a usted le pasa eso?
–Claro, por supuesto. Eso es así. ¿Cómo hago como periodista para contar lo que hablaban Fidel y Raúl en medio del juicio? ¿Cómo hago para revivir a José B.Gelbard, a quien yo conocí, a quien traté, que fue un verdadero patriota, miembro de un grupo del Partido Comunista y Perón sabía? Perón decía, tengo a la CIA, por López Rega y a la KGB, por Gelbard. Muchas cosas en el libro son recuerdos personales. Era un patriota argentino y hay como un homenaje en el libro a él. Todo eso, sin la ficción es imposible. Uno puede perder en la no ficción lo único que tiene que es la credibilidad. Tengo mucha más libertad en El hombre que no sabía morir. Todo lo que pongo de Fidel, él lo ha dicho o lo ha escrito. Es un poco el abuso de haber tenido el honor de ser amigo del comandante, mostrando a un Fidel que pocas veces se conoce.
–Entonces se puede esperar de usted nuevos libros, porque tiene bastante memoria
–Es lo que más le desagrada a los fascistas en Argentina, que yo tenga tanta memoria.
–¿Por qué presentarla en México?
–Entre otras cosas por defensa propia. Es una muy buena pregunta. Porque estoy crecientemente amenazado, marginado y perseguido en el gobierno de Mauricio Macri. Y esto hay mucha gente que no lo sabe. Mucha gente cree que por la crítica que yo hice al kirchnerismo a los aspectos de corrupción –ojo, no estoy defendiendo ninguna de las detenciones arbitrarias e ilegales que ha hecho Macri-, me iba a librar. Pero no, me siento perseguido y censurado en el gobierno de Mauricio Macri.